Serie: Genios Malditos
Introducción
Giordano Bruno genio maldito fue un filósofo, astrónomo y pensador del Renacimiento que desafió los dogmas de su tiempo. Su defensa de un universo infinito y su lucha por la libertad de pensamiento lo llevaron a ser quemado por la Inquisición. En este artículo de la serie Genios Malditos exploramos su vida, su obra y su legado.
Orígenes de un espíritu indómito
Nacido en Nola, cerca de Nápoles, Bruno ingresó joven en la orden de los dominicos. Ordenado sacerdote en 1572 y doctorado en teología en 1575, desde sus primeros años mostró un pensamiento crítico: retiró imágenes de santos de su celda, leyó a Erasmo y buscó reconciliar la teología cristiana con el emanatismo neoplatónico. Perseguido por herejía, inició un largo peregrinar por Europa, desafiando a católicos y protestantes.
Un cosmólogo del infinito
Bruno abrazó el heliocentrismo copernicano y fue más allá: el Sol era una estrella más; el universo, infinito; y los astros, otros mundos habitados. Su visión derribaba la idea de un cosmos jerárquico y la centralidad de la Tierra. Defendió un materialismo radical y negó dogmas como la transubstanciación. Su obra, escrita en italiano, buscaba acercar el saber al pueblo.
Perseguido por Europa
Bruno enseñó en Ginebra, París, Londres, Wittenberg, Praga y otras ciudades. Su genio y su lengua afilada lo hicieron célebre y temido. Fue excomulgado, expulsado y denunciado en distintos lugares. Su fama creció tanto como el número de sus enemigos.
El proceso y la hoguera
Invitado por Giovanni Mocenigo a Venecia, fue traicionado y entregado a la Inquisición. Ocho años de prisión, torturas y juicios no lograron doblegarlo. En 1600, en el Campo de’ Fiori, fue quemado vivo. Su última frase: “El miedo que sentís al imponerme esta sentencia tal vez sea mayor que el que siento yo al aceptarla”.
La figura controvertida
Bruno es honrado como mártir del pensamiento libre, faro de la filosofía moderna y precursor de la ciencia. Walt Whitman, Engels y muchos otros lo exaltaron como guía del espíritu progresista. Sin embargo, hoy algunos estudiosos lo consideran más un visionario y predicador que un científico. Bruno rechazaba el método experimental y abrazaba la intuición mística por encima de la observación.
Bruno y Galileo: el contraste
Mientras Bruno fue quemado por sus ideas, Galileo, décadas después, se salvó retractándose. Brecht retrató en su obra “La vida de Galileo” esta amarga diferencia. Bruno murió por sostener su verdad; Galileo, por miedo o pragmatismo, abjuró públicamente.

La muerte y el mito
Bruno murió atado al palo de la hoguera, su lengua inmovilizada para que no hablara al pueblo, sus libros reducidos a cenizas. En 1889 se erigió su estatua en el Campo de’ Fiori como símbolo de la libertad de pensamiento. Ni la Iglesia ni el poder pudieron apagar el fuego de sus ideas.
Reflexión final
La figura de Giordano Bruno ha sido reivindicada siglos después de su ejecución. Su pensamiento sigue inspirando a quienes defienden la libertad de conciencia, la exploración del universo y el poder de las ideas frente a los dogmas establecidos.
Bruno desafió al poder y pagó el precio más alto. Su figura nos interpela aún hoy: ¿hasta dónde estamos dispuestos a defender nuestras convicciones? En un mundo que a veces parece seguir temiendo al pensamiento libre, el mártir del infinito nos recuerda que las ideas, como las estrellas, no se extinguen.
